A Belén pastores

25/12/2011 - Castelldefels

¿Qué hay de más entrañable en el año que ese momento de hacer el pesebre en casa? ¿Qué puede haber que denote más la falta de habilidad del sujeto agente que tardar cuatro horas en lograrlo? Pardiez, lectorcillos y lectorcillas, tenéis razón, mas no he de desanimarme ante vuestras pullas. El montaje del Belén es un clásico de despropósitos navideños en varias etapas. Ya que el año pasado os torturé con un reportaje de cómo había quedado decorada la casa en general, esta vez me centraré en el tema del pesebre y de paso os muestro el making of del mío.

11.30 de la mañana - Colocación

Aunque parezca mentira, dónde se pone sigue siendo motivo de debate aunque año tras año se llegue a la misma conclusión. En mi casa yo no tiro la toalla de lograr hacerlo un año con tres niveles como hicimos en una casa anterior (aquel fue glorioso, con el motor del acuario de las tortugas haciendo de manantial…), contra la insistencia materna de con3nivelesnohaysitioyhaymuchagenteynohijano. En cualquier caso, cosas importantes a decidir son el tamaño y los desniveles, que determinarán la orografía belénica. Y, sobre todo sobre todo, la eterna pregunta.

¿POR DÓNDE VA EL RÍO?

13.30 de la mañana – Orografía (cómo hemos tardado dos horas en hacer esto... no importa)

También es el momento de pensar en el tipo de terreno a utilizar. La experiencia me dice que hay tres opciones básicas. La más clásica es el musgo. Es verde y bonito y perfecto para que tu rebañito de ovejas pueda pastar y puedas pasarte horas jugando con que la ovejita bebé se pierde buscando hierba más fresca atravesando el río sobre el lomo de un cisne… Ejem. Otra opción es el efecto arena. Es el que propugnan algunos defensores apasionados del rigor histórico en plan “Israel era un desierto”. Tienen parte de razón, pero no os dejéis engañar: el rigor histórico es lo de menos. Normalmente son progenitores que quieren ahorrarse el musgo y/o evitar que haya briznas del mismo por toda la casa hasta la primavera siguiente. Finalmente hay una opción más peregrina. La nieve. Porque es Navidad, claro. Se conoce que es de las menos comunes por estas latitudes, que nieve vemos casi tanta como en Israel.

Mi opción es una mezcla de musco con camino casi indistinguible más arenoso, río con cascada y estanque, que discurre entre accidentadas montañas. Eso sí, con desierto al fondo, cortesía del papel de los chinos. TIENE MUCHO SENTIDO, ¿VALE? Cerca del río hay hierba. Y punto pelota.

14.34 – ¡Yay!

Reglas de oro para el Belén:

- Los patos son monstruosos y podrían devorar cualquier animal o casa de los alrededores. Si no es así, algo estás haciendo mal.

- No existe montaña demasiado grande. Son del tamaño exacto que las ha decidido Dios, porque para eso es un Belén. Y no somos nadie para cuestionar Su creación. (Diálogo verídico que mantuve con mi Santa Madre).

- Todo pastor es susceptible de morir sepultado bajo un montículo de musgo. Son tan traicioneros como las arenas movedizas, pero solo sorteándolos demostrarán su fe.

- Aunque no haya sitio, se meten todas las figuritas. El caos es bueno.

- Siguiendo con lo anterior, si de repente te das cuenta de que te has dejado un tronco, no worries: lo llamas colina, lo cubres de musgo y con una casita se convierte en tu rincón de Norman Bates.

Tened en cuenta que la casa se mira en perspectiva… en plan lejanía. No os dejés engañar por que el loco de la pandereta parezca Godzilla para sus pobres y aterrorizados habitantes.

Sobre todo, al acabar la Navidad, no dudéis en poner vuestras figuritas de LOTR en lugar de los pastores y volver a hacer fotos… No sois frikis, tenéis imaginación cinematográfica.

Que sí, tontos.

Merry Christmas a tothom!

L xx